No era cualquiera la tarde,
estaba premeditada, pensada,
calculada.
Yo...ya la había puesto el ojo,
quería...montar encima
de esa potranca divina.
Mis ojos...la miraban fijamente
con ansias incontrolables
como un loco a una loca
reprimiendo mis deseos....
y le robé ese beso
que su boca me ofrecía.
¡ Floreció la primavera !
Y la tomé en mis brazos
cubriendo de besos su cuello,
su escote sus senos
y su linda cabellera.
Y no detuve un momento
mis manos...bajo su falda,
arrancándole de cuajo
esa lencería fina
que cubría sus antojos.
Hambriento de carne y sexo....
monté la potra divina
devorándole la vida
los senos y la vagina.
¡ Y relinché con esmero !
Después... emprendí el galope,
¡orgulloso! ¡veloz! ¡presto!.
27/8/2004
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