miércoles, 25 de abril de 2007

EL MANANTIAL DE TU CUEVA


Mientras tú te recreabas
recorriendo cada palmo,
cada orilla, cada huella,
y al sentir que disfrutabas
yo me iba adentrando
en tu epidermis serena.

Se estremecía mi cuerpo
cuando tus labios pasaban
con suavidad pronunciada
por el lindel de mi sexo,
y mis sentidos estaban
en una senda dorada.

También yo saboreaba
esos duraznos rosados
que tus senos me ofrecían,
y en mi cuerpo…paseabas
con placer tus tibias manos
que en mí, excitación ponían.

Tu piel caliente y sedosa
se ofrecía a mis deseos,
y tu aroma me embriagaba
como el olor de una rosa;
eran tantos mis anhelos
que casi en éxtasis estaba.

Y al comprobar con agrado
que a la mitad del camino
nuestros sexos se juntaban,
cual ferviente peregrino
inicié el rito sagrado
de dos almas que se amaban.

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