viernes, 23 de marzo de 2007

Y POR FIN...

El son del despertador
me ha parecido hoy, amor,
el canto de un ruiseñor.
Está a punto de llegar
el momento celestial
en que te vea arribar.

Pongo en orden mis sentidos;
me acicalo, me engalano,
y como un caballo alado
me dirijo al lugar
de nuestra cita puntual.

Por el camino... revivo
aquel tiempo ancestral
en que era mas normal
encontrarnos con sigilo
en un lugar escondido.

Mas la duda me hace mal,
y pienso muy compungido
si volverá a ser igual
que aquel día en que el destino
separó nuestro camino.

Por fin... apareces tú,
y tu hermosura es tal,
que el entorno del lugar
se cubre con el sonar
de un canto celestial.

Mi cuerpo... tiembla al estar
tu cuerpo tan junto al mio,
y al unísono los dos
buscamos con ilusión
nuestros labios, con ardor,
pensando en recuperar
todo aquel tiempo perdido.

Lentamente... sin maldad,
recorro tu linda faz
con los dedos.. que me dan
un gozo intenso al notar
tu piel sedosa y sensual;
tus cabellos perfumados,
tu cuello gracil y fino,
tus hombros redondeados,
tu espalda como una encina,
tu cintura de sirena,
tus pechos a rebosar,
tus pezones como lilas,
tu ombligo como un suspiro,
tu vientre terso y turgente,
tus ingles de parafina,
tus rodillas, tus tobillos,
tus dedos menudos ellos.

Y pasando por detrás
subo por tus pantorrillas
y me recreo en tus nalgas,
y en mis manos ardorosas
tus glúteos estoy sintiendo.

Y en un instinto carnal
mis labios van a parar
por tu pubis sin igual,
y mi boca toma ya
el sabor de tu vagina.

Lentamente... sin maldad,
tú me quitas la camisa,
y tu mano temblorosa
baja hasta el pantalón
quitándome el cinturón.

Este se cae deprisa,
y en pie estamos los dos
temblando por la pasión
que nos dicta el corazón.

Con nuestros cuerpos desnudos
tú, comienzas a besarme
en los labios, con cariño,
y acrecentando tu amor
repasas mi cuerpo erguido.

Pero esta parte amor mío
es mejor que no la cuente,
pues ha de estar en mi mente
compartiéndola contigo.

Solo diré... que sentía
que las "Fallas" ya llegaban,
y nuestros cuerpos estaban
sumidos en el delirio
de una "mascletá"creciente
y en los fuegos trepitantes
de su último castillo.

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