sábado, 24 de marzo de 2007

17 DE NOVIEMBRE DEL 2002

Diecisiete de Noviembre
siete cuarenta p.m.
Llego raudo a la estación
pensando en mis soledades,
tomo asiento en un vagón
de un tren de regionales.
Me palpita el corazón...
y en mi mente una canción
suena con gran ilusión,
pues su son con gran pasión
refirma la razón que hay en mi corazón.
Son dos horas de viaje,
dos horas interminables,
dos horas de incertidumbre,
dos horas muy poco amables.
Con rápida observación
repaso bien los asientos
que hay en este vagón,
y me parecen doscientos;
todos van de dos en dos
hombre y mujer sentados,
excepto en el que voy yo
que no voy acompañado.
Unos..se cogen las manos,
otros un beso se dan
aquellos van entrelazados,
los hay que alegres están.
¡Vacío el asiento de al lado!
¿Cuánta envidia que me dan!
Pero yo cierro los ojos
y comienzo a pensar...
que a mi lado tú estás,
y que en breve tu estarás
con tus sentimientos sanos
besándome si parar;
¡ y entonces me envidiarán !
Por fin llego a mi destino,
y allí esperándome estás
en esa estación del camino
en donde no estuve jamás.
Y al verte, resplandeciente,
un ángel me parecías;,
la luna iluminó tu frente,
y tu boca me decía
con una ansiedad creciente,
¡ vivamos este presente
hasta que se haga de día !
Son las doce de la noche
y comienza un nuevo día,
y aparcamos nuestro coche
en el garaje que había.
Ya, en el ascensor
nos prodigamos a besos,
pues nuestro encendido amor
hace que nuestros reflejos
acrecenten el ardor
y no tengamos complejos.
Juntos en la habitación
voy preparando con celo
un ambiente con pasión,
y en la cómoda yo dejo
toda una colección
de canciones de boleros.
Mientras en el baño estás
acicalando tu cuerpo;
y a el me dirijo yo,
y te enjuago por detrás,
mis manos pongo en tus senos
y mordisqueo tu cuello,
y beso tu boca ardiente,
y la espuma llega ya
a mi apéndice saliente
que entre tus glúteos está
con la sangre muy caliente.
Quince minutos de gloria,
recreando nuestros dedos
por nuestros cuerpos desnudos
de los pies a los cabellos,
disfrutando de tus besos,
de mis ardientes deseos,
de tus curvas pronunciadas,
de tu boca, de tus pechos,
y sin dejar de querernos
reanudamos la historia.
Nos dirijimos al lecho
y como si en un altar
tuviésemos que hacer el hecho,
escuchamos el sonar
de esa canción celestial;
nos disponemos a amar,
tu cara junto a mi pecho.
Con una calma indolente
acaricio tus cabellos,
mis labios besan tu frente
y esos tus ojos tan bellos,
tu boca resplandeciente,
repaso todo tu cuello
y tú mientras... sonriente.
Me paseo por tus hombros,
me detengo en tus axilas,
y tus manos tú deslizas
parece, con muchas prisas
por mi miembro más saliente.
Entonces... con gran pasión
uno a uno y con candor
mordisqueo tu pezón;
Siempre el del corazón
se lleva la parte mejor.
Sigue mi boca el camino
admirando tu cintura,
meto mi lengua en tu ombligo,
y como si de una pintura
y fuese tu vientre de lino,
tiene la gracil soltura
de pasear por lo fino
del "vello" de tu hermosura.
Absorbo con placer tus ingles,
tus partes mas escondidas,
acaricio tus mejillas,
repaso tu espalda henchida,
bajo hasta tus pantorrillas
y me detengo en tus pies.
Uno a uno y con esmero
beso tus dedos chiquitos;
todos parecen bonitos
con sabor a caramelo.
Lentamente... poco a poco,
deslizo el cuerpo mio
de una manera ascendente,
y a la mitad del camino
vuelvo a pararme en tu vientre.
Otra vez, con ilusión
acaricio tus pezones,
¡ turjidos!¡fuertes!¡erguidos!,
se acrecenta la pasión,
¡ que digo ! las dos pasiones
sin deseos reprimidos.
Y en un deseo carnal
penetro tu sexo divino
con la savia vaginal
¡lleno!¡repleto!¡ungido!.
¡Dios mio, que felicidad !
Somos dos cuerpos en uno
que en este amor celestial
uno al otro se han unido
cual cordón umbilical.
No sé el tiempo que estuvimos
sin querernos separar,
solo sé, que ambos tuvimos
placer para regalar.
¡ Y nos invadió la paz !
Mas todo lo bueno termina,
tú te tienes que marchar,
el reloj siempre camina
y nos hace despertar.
Ya ha llegado el nuevo día,
tenemos que trabajar,
pero la dicha es mia
al volvernos a enzarzar.
Una hora de deleite,
de placer, de amor, de risas,
¿cuándo volveré a verte?
Las siete horas a.m.,
me dejas en la estación,
me despides con tus besos,
prometes volver a verme,
¡se me encoge el corazón!
Dos horas más de regreso.
¡No puedo estar sin tu amor!

1 comentario:

ebelin dijo...

esa fecha debio ser especial, como otras muchas.
preciosa forma de recordar, con esta poesia, se puede reparsar cada minuto que pasaste con ella.
besos